miércoles, 4 de diciembre de 2013

Sexo de Hotel (2)



“Estás muy sola”.

Como todos, quise decir. En lugar de eso me abracé a ella. Desnuda, su piel me daba cobijo. Es curioso como una piel extraña parece encajar tan bien con la nuestra. Sin pasado, sin historia.

Ella lloró. No lloré yo. Al menos, no entonces. No lloré hasta que no me quedé sola, y me masturbé recordando sus lágrimas, el sabor salado de su sexo, y sus gemidos, que también se me hicieron salados. Hoy, el sexo sabe a sal.

Me recuerdas a mi cuñada. La quería mucho. También estuvo enferma como tú. Pensé que lo había superado. Parece que no.

Me dejé mimar. Me dejé acariciar. Por una vez, quise saber qué se sentía dejando que la otra persona fuese la fuerte. Ahora sé que se siente. Se siente seguridad. Una seguridad efímera y falsa como una sombra chinesca. Una seguridad hecha de humo.

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