viernes, 20 de diciembre de 2013

Sexo con Carmen (Habitación 212)





La conozco desde hace tiempo. Una mujer muy hermosa. Curvas generosas. Conserva esa cara de niña que tienen algunas mujeres que parecen inmunes al paso del tiempo. Como sus generosos pechos.

“Te quiero”, me había dicho en alguna ocasión. Yo, inocente, había entendido que era una forma de hablar, entre amigas. Para mi, era una amiga hetero más.

Ayer, me recogió del trabajo para tomar un café. O dos.

“Tengo que decirte algo”. “Claro, cielo, lo que quieras”. “No sé cómo... no sé si te molestaré...”. “No me vas a molestar, sea lo que sea”. “Tengo mucha curiosidad”. “¿De qué me estás hablando?”. “De... bueno... las mujeres... tú...”. “¿Qué quieres saber?”. “Quiero saber qué se siente”. “Te podría soltar un discurso inmenso, pero, sigo sin saber cuál es exactamente la pregunta.” “Ya sabes, el sexo entre dos mujeres”.

Entonces la miré a los ojos. Lo que no me decían sus palabras me lo dijo su mirada.

“¿Estás segura?”, pregunté. “Sí”. “¿Porqué yo?” pregunté. “Porque eres bonita, y una de las mejores personas que conozco”. Sonreí. “Sabes que soy una mujer fácil.”, Sonrió. “Sí, por eso también”.

Le cogí la mano. Le mantuve la mirada. Estábamos sentadas en un café. Tranquilo y discreto. Lo suficiente. “Acercate”, le pedí. “Me estás poniendo nerviosa”. “Eso es que te gusta”, le dije.
Se acercó un poco. El resto del camino lo recorrí yo. Poco a poco. Saboreando el momento. Ella reía. “Relájate. Déjate llevar. Disfruta”. Mis labios rozaron los suyos. Su hermosa boca, tantas veces deseada por mi, se dejaba hacer. “Bésame tú”. “Me da verguenza”. “Vas a tener que perderla. Si no, te perderás muchas cosas. Y no has dado este paso para perderte cosas, ¿verdad?. Bésame”

Fue como descorchar una botella de champán. Como el beso que se da después de reprimir muchos otros. Como la primera bocanada de aire de un submarinista. O el primer vaso de agua de un náufrago. Me besó con avidez, con deseo, con impaciencia, con apetito, con glotonería incluso. Temblaba.

“¿Vienes con tiempo hoy?”. “Sí”. “Bien. Hay un hotel cercano donde podríamos ir. Habitación 212”


Sumisa insatisfecha



He respondido a un anuncio en internet. Todo un desafío:

“Busco una mujer que domine. Estoy casada, soy sumisa y mi marido no me satisface.”

Se llama María, según la foto no está nada mal. Por ahora, hemos intercambiado unos cuántos correos. Se pone interesante.
  • Chica, no sé si te vale, pero soy muuuy mandona. (Nota personal: Cuánto daño ha hecho 50 sombras de Grey ).
  • Yo creo que si eres mandona es un buen comienzo.
  • ¿Estabas pensando en cueros, mordaza, esposas... en fin, parafernalia diversa o con un par de insultos te vale?
  • Yo soy más de obedecer a lo que me digas, pero, no descarto otras opciones.
  • Estamos hablando de sexo, ¿verdad?
  • Verdad.
  • Si te pido que me comas... , un par de horas, por ti bien.
  • Si
  • Esto me va a gustar.
  • Y a mi.

Ya os iré contando.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Toma de contacto





Hola visitantes.

Empiezo este blog con muchas ganas de contaros cosas, de compartir cosas con vosotros. Os eché de menos este tiempo.

Los que me conozcáis de antes, sabéis que gran parte de lo que cuento es tal que así. Más que nada porque yo entiendo un blog como un diario personal. Solo que un diario no da juego ninguno, es bastante más interesante compartirlo. Pero claro... no es lo mismo contar que he ido a las rebajas y me he comprado un chaquetón que... bueno... lo que yo cuento. Es por eso mi anonimato.

Sugeridme, preguntadme, apuntadme ideas. O personajes. Esta historia del hotel creo que puede dar de sí.

Alternaré con otras historias, o con chorradas varias, en fin.

Besos a todos.


Sexo de Hotel (3)




Reyna tenía realmente frío. Mucho.

La decisión de volver casa en moto, a las dos de la mañana, se le estaba haciendo un tanto dura. Usaba la moto porque le gustaba la sensación de libertad, la mirada del otro, sobretodo, cuando veían bajar a una mujer como ella de esa moto. Siempre se quitaba el casco con un movimiento de pelo. Hay que estudiarlo mucho para que parezca casual. Ellos, inevitablemente, quieren follar a la rubia de la moto, y ellas, lo ve en sus ojos, unas quieren follarla, otras, querrían sentirse en su piel. Algunas, ambas cosas.

Ella se sentía fuerte. Una gran mujer. Le gustaba hacerlo sentir a los demás. Pequeñas pinceladas para formar un cuadro.

Reyna ya no era tan joven. Es bueno, se decía, tengo una larga experiencia detrás. Aunque siempre terminaba razonando: Me interesa más la que tengo aún por delante.

En casa la esperaba Adrián, su marido, y sus dos hijos. Estrictamente hablando, sólo la esperaba su marido, que era el único que sabía a dónde iba. Y a qué.

Treinta años de matrimonio dan para mucho. Para amar, para acostumbrarse, para odiar, para aburrirse, para hastiarse, para hablar, para dejar de hablar, para tener sexo del bueno, del malo, del regular, del ninguno. Alguien muy sabio le dijo una vez: "si el sexo va bien en una pareja, es posible que la pareja funcione, pero, si va mal, la pareja se romperá".

A Reina algo no le cuadraba. Tenía la sensación que produce, cuando estás haciendo un puzzle, tener una pieza en la mano, que piensas que debe encajar en un lugar, pero, que por mucho que aprietas, no entra. Su vida no encajaba. No le encajaba.

Sentía que tenía mucho que dar. A las personas. Su mundo se quedaba pequeño ante su necesidad de compartir. Su dulzura, su comprensión, su amor, su ternura, ella lo sentía como su diferencia. Todo el mundo tiene algo que le hace único, especial. Esa era su forma de ser especial. Y necesitaba personas para poder serlo.

Adrián la quería demasiado. "Todo lo que tú quieras, cariño, estará bien para mi". Así entraron en el mundo swinger. Un mundo bonito, respetuoso, que te permite conocer a la gente de otra forma. Y tanto.

También tuvo alguna amante, mujer, para ella sola. "Nunca un hombre, nunca una mentira", esas eran las reglas. "Puedes tener amantes mujeres, si lo deseas, si fuese un hombre, sentiría que me engañas". En cualquier caso, eran una reglas fáciles de cumplir.

Si te metes en la cama, a solas, con una persona, arriesgas. Es diferente si lo haces con tu marido, no deja de ser un juego en pareja, pero, si lo haces sin él... nunca sabes.

Aún así se había arriesgado. Esa chica, Candela, le había parecido agradable y dulce. Le había parecido necesitada. Y ella no podía resistirse a la necesidad de los demás. Siempre le sorprendía la cantidad de sensaciones que podía transmitirle una mujer. Con un hombre no es así. No se llora con un hombre.

Volvería. Sus propias lágrimas la habían enganchado.

Esta vez, eso sí, le pediría a ella que la trajera de vuelta. Lo de la moto de madrugada era excesivo.


miércoles, 4 de diciembre de 2013

Sexo de Hotel (2)



“Estás muy sola”.

Como todos, quise decir. En lugar de eso me abracé a ella. Desnuda, su piel me daba cobijo. Es curioso como una piel extraña parece encajar tan bien con la nuestra. Sin pasado, sin historia.

Ella lloró. No lloré yo. Al menos, no entonces. No lloré hasta que no me quedé sola, y me masturbé recordando sus lágrimas, el sabor salado de su sexo, y sus gemidos, que también se me hicieron salados. Hoy, el sexo sabe a sal.

Me recuerdas a mi cuñada. La quería mucho. También estuvo enferma como tú. Pensé que lo había superado. Parece que no.

Me dejé mimar. Me dejé acariciar. Por una vez, quise saber qué se sentía dejando que la otra persona fuese la fuerte. Ahora sé que se siente. Se siente seguridad. Una seguridad efímera y falsa como una sombra chinesca. Una seguridad hecha de humo.

Sexo de Hotel



Rubia y curvas de impresión.

Tan conciso y claro como alejado de la realidad. Nadie es sólo eso, ni siquiera ella.
No nos conocemos de nada. Salvo un par de mensajes y una necesidad común, nada más nos une.
Podemos decir que buscamos sexo. Yo en ella, ella en mi. Aunque lo dudo. El sexo es sólo la gran excusa. Por ahora, la nuestra.

"Tú eres la que juegas a swinger, creo que debes empezar tú". "Para nada, tú eres la lesbiana, rompe tú el hielo".

Quedar en un hotel con alguien que no conoces es raro. Un poco.

Sí, yo soy la lesbiana. La que ama a mujeres, y algunas veces, hasta tiene la suerte de que alguna la ame. La que las desea siempre.

Al final, empezó ella. A mi me dolían demasiado las cicatrices de mi último amor, y se me estaba haciendo dura la terapia.

Fue un sexo extraño, tierno, divertido, triste, excitante. Yo no sé cuál era su herida. Pero, lo que sé, seguro, es que todos tenemos heridas.

Pasé horas entre sus pechos. No me dormí, no era ese tipo de sexo. Pero sí que me abandoné, porque sólo el abandono te hace fundirte con la otra persona.

"¿Quedaremos otro día?". "Claro que sí. He disfrutado mucho contigo". "Llámame". "Lo haré".

Sí, lo haré.



Declaración de Intenciones

Hola.

Eres bienvenido.

Seas quien seas. Como seas. Lo que seas.

Este es un espacio libre, de respeto entre personas. Mi intención al crearlo es tener una vía de escape. La vuestra al pasaros por aquí... quién sabe.

Intentaré ser honesta, sincera, educada. También seré cruda. Desgarradora a veces. Intentaré no ser ausente, ni triste.

A veces seré estúpida, como la vida misma.

Eres bienvenido.

Disfrútalo.
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